El cuidado por ella consiste no solo en no ensuciarla, sino en entrar en intimidad con ella en una unión intrínsica de la necesidad del uno por el otro.
Solo permitiendo que exista esa unidad es como podemos llegar a gustar de la fuerza de la aguas, de los cerros, de los ríos, de las lagunas y chorreras, de las plantas y animales.
Será esta fuerza la que nos concederá salud y prosperidad, honor y gloria por siempre.
Será esta fuerza la que nos permitirá levantarnos al momento de la caída y de la enfermedad.
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